25/6/09

Notas de conversación con Palmira, Elisa, Milagros y Vicenta

Son notas tomadas a mano de la conversación con cuatro mujeres valencianas que participaron en la primera expedición de colonos, la que salió el día de Navidad de 1954 desde el puerto de Valencia. Las intervenciones corresponden a los números que les asigné:

1.- Palmira Valero . Fue a los 10 años. Baoba. Volvió 8 años después

2.- Elisa Moreno . Fue a los 10 años. Se instaló en Payita.

3.- Milagros Valero (Hermana de Palmira). Baoba. Fué con 1 año. Vuelve con 9 –10 años.

4.-Vicenta Olmos. Va con 26 años. Zona de Baoba. Salió de España casada y con un hijo.

Conversación:


2.- En el viaje, la noche de Navidad cenamos con manteles rojos. La mejor cena que había tenido nunca!

4.- No cenó nadie! Salchichas ahumadas, puré de patata! Se lo dejaron todos!

2.- Empezaba a irse el barco y un pasajero le cantaba a su novia, que se quedaba en el muelle, lo de “Tengo una copla morena... adiós mi España querida...”. Y yo, por debajo de sus piernas, veía a la novia que se quedaba en tierra y lloraba.

4.- Al comandante del barco le llamaban Castillo. Creo que era cuñado de Trujillo, o algo así.

2.- A mi hermano le llamaban “segundo gachupito del barco”. Nosotros, aquí en España, no teníamos jabón de verdad: Heno de Pravia, La Toja y todos esos. Y en el barco sí que había, así que mi hermano iba recogiendo todas las pastillas de jabón que encontraba.

Los marineros, por la noche cantaban “La petenera se ha muerto y la llevan a enterrar” Y contestaban otros “y así cantaba mi madre...”

4.- Y el yogurt casi ni lo conocíamos.

2.- Al desembarcar había un negro muy bien vestido preguntando si había alguien de Benifayó (Un pueblo valenciano). Mi madre era de Benifayó y se lo dijo.

--Usted? Ya me enteraré a donde van e iré a verles. Al cabo de un tiempo apareció con una camioneta cargada de regalos. Estuvo en casa y nos advirtió que no nos fiáramos de nadie. Absolutamente de nadie. En realidad, allí cuando anochecía, yo tenia miedo de todo. De cualquiera.

2.- Los coches eran muy grandes. Cuando llegamos a Ciudad Trujillo, Trujillo vino vestido de militar, con un bastoncito... todos los que queríamos ir al bautizo (de Tormo) estábamos sorprendidos: nos abrían paso dos filas de policías, para contener a la gente.

Mi padre era de esos labradores valientes. Sabía mucho. Allí teníamos trabajadores. Teníamos uno que le llamaban Julio.

2.- (le han avisado de que no se fíe de nadie)... Mi padre tenia tierra en “Caño Azul”. En España, cuando estaba la cosecha a punto, los labradores se quedaban por la noche en el campo para cuidarla. Mi padre, cuando tuvo la cosecha hizo lo mismo. Se entera un nativo:

--¡Como se atreve a ir solo! ¡Que lo matan!. Y se fueron a buscarle para acompañarle de vuelta a casa.

A un español que solo estaba allí seis meses al año, hasta recoger la cosecha, le mató el criado para quedarse con el dinero de la cosecha.

Al lado de mi casa se pusieron a vivir unos nativos. Eran casas separadas por un jardín, una cuadra... Nosotros teníamos allí el burro, la mula y el caballo. Los vecinos sembraron en nuestras tierras y mi padre les advirtió. Bien, todo bien. Allí todos llevan colgado siempre el colín o el machete. Pues, una mañana, el vecino le tiró el colín a la cabeza. La suerte es que le dio en la frente por el lado del mango y no por la hoja. Le cogieron y le llevaron a la policía.

(2 acota: Claro. También hay que comprender que aquello, para ellos, era el paraíso: no necesitaban trabajar para comer. Cogían un fruto, una gallina de Guinea... y ya tenían bastante. Al llegar nosotros –y los terratenientes—ya no era posible vivir así.)

4.- A algunos, como las casas no estaban acabadas, nos llevaron a Nagua (Bocanagua). Nos llevaron en una patera.

2.- El pueblo no estaba acabado y nos metieron en una cárcel. Lo que iba a ser una cárcel. Eso si, todo nuevo. Eran barracones muy grandes y, separadas por cortinas, cuatro familias en cada barracón.

4.- Al llegar a Santo Domingo nos metieron en el hotel “María Montes”. En todos los edificios importantes había una placa que decía “Trujillo es el dueño de esta casa...”

Había una zona de tierra buena. Lo nuestro era como una piscina. Como una piscina de 500.000 metros. Y piedras! Sacábamos, no se, tres toneladas de piedras. Entonces llovía y otra vez a empezar. Y a mi marido (El Gaucho) por protestar le mandaron a España. Eso si, por la comida estuvimos bien.

2.- Ahora se dedican a criar ganado.

4.- A mi marido le encarcelaron 8 días. Con la misma ropa, sin cambiarse, hasta que le expulsaron a España. Y nosotros en un hotel, con una niña de pecho y otra de un año.

2.- Mi padre antes de venirse a España vendió la cosecha. Los espías de Trujillo (Calíes) le decían “Tal persona se va a España, pero tiene dinero” y hasta que no se lo gastaba todo, se lo ponían muy difícil para venir. El único que hizo dinero fue XX, un químico (.. montó una fábrica de licores... volvió a el 61 , después de la muerte de Trujillo, con un barco de madera, para poder sacar el dinero. Yo viví con el, cuidando a sus hijos. Tenía guardaespaldas)

4.- Estoy un día sentada, llega un hombre, se pone a hablar y me pregunta

--¿está contenta?

--No.

--Y con Trujillo?

--Tampoco

Y cuando se ha ido viene un vecino y me dice

--¿Sabes quién era?

--No.

--El hermano de Trujillo.

Estaba en la Colonia por una visita que Trujillo hizo. Cuando llegó el dictador estábamos todos mirando el espectáculo y cuando llegó a nuestra altura, mi marido se giró de espaldas.

2.- Íbamos a la escuela pública de los dominicanos. Lo único que aprendí fue el nombre de Trujillo: “El generalísimo don Rafael Leónidas.... y después de Dios, Trujillo”. Y cantábamos un himno “Quisqueyanos valientes... nuestro invicto y glorioso pendón...” y lo cantábamos firmes, saludando con la mano extendida a la altura del pecho.

4.- A mi, para volver, me pagaron hasta el tren de Valencia a Silla. Pero vine sin un duro. Los que se quedaron vendieron nuestra cosecha y nos enviaron 10.000 ptas, que por aquel tiempo era un dinero.

2.- Nosotros desembarcamos en Barcelona.

4.- Aquí no molestaron a mi marido. ¿Cómo le detuvieron? Fueron 7 u 8 hombres a Ciudad Trujillo, a hablar sobre las condiciones de vida: las tierras, el agua, la luz... vaya, el cumplimiento del contrato... Hablan, quedan para otro día y un rato después detienen a mi marido.

2.- Había catatas, unas arañas negras de unos 25 cms.

4.- Una catata atraviesa el fuego de una paella y no se quema. Pero , a pesar de todo, yo añoro aquello. No lo pasé mal. Estuvimos 10 meses. Teníamos un criado negro: Santos. Era un chavalín de 12 años. Un día que estaba en la casa ligera de ropa le pillé espiándome. Cosas de chicos. Era muy buen chaval. Le compré unos zapatos, pero no los podía llevar porque no tenía costumbre y le hacían llagas.

Allí era normal que un hombre tuviera varias mujeres, o una mujer hijos de muchas parejas distintas.

2.- Yo añoro el montar a caballo

Yo vivía en Payita y aquello era selva. Vista Linda y San Rafael eran pueblos solo de solteros. Payita tenía las casas pintadas de rosa, de salmón, de verde... Mi casa era verde y la de al lado amarilla. Era bonito. Y, para salir... los nativos podían cambiar de pareja sin problemas, pero si un hombre se liaba con una nativa, o al revés,... entonces tenían que casarse. Era una manera de retener a la gente allí. De que no volvieran a España. Entonces, si obligaban a alguien a casarse, el cura se encargaba de sacarlo de allí y ayudarle a huir.

Al llegar nos instalamos en El Pozo. Estuvimos allí varios meses (en la prisión). La llegada a El Pozo fue en coches de línea. Pasábamos ríos y nos decían: cuidado con bajarse, que hay cocodrilos y son peligrosos. Yo veía a todos los mayores llorando. Llegamos a Payita y aún estaban las casas por acabar.

Mi madre, al día siguiente preparó el desayuno y le ofreció café a un señor que estaba por allí. Al día siguiente eran 10 ó 12. Al otro 30... Tuvo que cortar lo de ofrecer café, claro.

1.- Cuando nos fuimos pensaba que íbamos a descubrir América. Veía que allá había mucha comida, y aquí no.

2.- Dos huevos, un chele!

1.- La llegada a Santo Domingo fue como si hubiéramos llegado a NY. Todo lleno de coches...

2.- Allí nos fabricábamos el carbón, nos hacíamos el pan... cada casa tenia su propio horno, que construimos nosotros. Era preciso tener perro guardián. Los nativos le tenían miedo a los perros. Por eso el nuestro apareció muerto un día.

... Al cura le expulsaron a España (vía NY) diciendo que era cómplice de Fidel Castro. Era muy majo. Iba sin sotana, con vaqueros.

En San Francisco Macoríx hay un locutor, Rafael Rivas Jerez, que tenía unos 25 años . Nosotros le escribíamos a la emisora, él nos dedicaba poesías... hasta que una vez vino y vio que éramos unas crías. Le presentamos chicas mayores, comió paella en casa... y la amistad continuó. Cuando nos volvíamos para España se enteró y todo lo que duró el viaje en el autobús hasta Santo Domingo estuvo dedicándome canciones.

El retratista de Cabrera hacía fotos por allí.

3.- La maestra se llamaba Claribel.

1.- Comíamos Sancocho (un guisado), Ullana (parecido a la calabaza),otro plato parecido a los guisantes... Fuí feliz. Me volví a los 20 años. Montábamos a caballo los domingos y los españoles salíamos a pasear. Pero cuando murió Trujillo, los terratenientes querían la tierra y pagar bajos jornales. Nosotros les estorbábamos: ocupábamos tierra y pagábamos mejor a los jornaleros y criados. Ellos, a veces, les pagaban justo para un plato de arroz con judías. Así que azuzaron a la gente contra nosotros. Nos tiraban pedradas y decían “!Fuera los españoles!"

2.- Lo que nosotros reclamamos es una fianza que quedó en el aire. Que nunca nos han devuelto, que depositó el Gobierno dominicano.

2.- Allá quedan familiares nuestros, y amigos (Pastora, de Sollana; Els campaners d’Almussafes...)

24/6/09

Notas de conversación con Aurelia Pinazo

Notas de la charla previa con Aurelia Pinazo, sin cámara delante. Aurelia Pinazo es uno de los ocho colonos cuyo testimonio se recoge en el documental. Una fotografía de su familia aparece en los periódicos valencianos del 27.12.1954. Es valenciana, de uno de los pueblos que limitan con la Albufera.

Yo tenía 25 años. Mi marido 28 y se ganaba la vida trabajando en la huerta y en los arrozales, de pintor, en una fábrica textil... Estábamos pensando en ir a Francia cuando, un día, le dicen que hay una expedición a Santo Domingo. Se apuntó mucha gente de aquí. Y el único soltero era el hermano de mi marido.

Llegó mi marido a casa, me lo contó y me dijo “¿Quieres que nos vayamos? Yo estaba en estado. Y cuando ya estaba todo arreglado, cuando estábamos a punto de subir al barco, me vino el parto.

Nos llevamos lo normal: maletas, ropa, sábanas...

Todos queríamos prosperar. De hecho, cuando aquello falló nos fuimos a Francia. Mi madre se oponía a que nos fuéramos y mi suegra nos animaba. Buscamos un médico del pueblo y dictaminó que se me había atrasado el parto, que me daba tiempo. Subimos al barco, allí había todo tipo de equipamiento médico. Y esa noche me puse de parto de verdad. Tuve el niño sin ningún problema. Al llegar, al niño lo apadrinó Trujillo . Y me dió de regalo 300 pesos. Por eso, porque Trujillo era el padrino de mi hijo, yo estaba muy bien mirada. Trujillo fue a Baoba a ver al niño.

Al bajar del barco tuvimos misa en la Catedral de santo Domingo.

El bautizo lo hicimos en el palacio de Trujillo. Todo el pasillo iba escondiéndome para darle de mamar y en esas aparece Trujillo. Me dice que acabe con calma. Luego vino Héctor (hermano del Dictador), que hizo de padrino del otro niño que nació en el barco

¿Cómo eran las casas? Dos habitaciones, cocina fuera, comedor, una mesa y un balancín – mecedora. También, letrina fuera. Eran peores condiciones de las que teníamos antes de irnos. A mi me dieron la casa al lado de Secretaría. Me dieron también 50 tareas y 25 más para mi cuñado.

Tuvimos tierra nada mas llegar. El cap de colla (jefe de grupo) era “El gaucho”, acusado de subversivo por protestar por las condiciones. Estuvo detenido una semana y ya no volvió a la Colonia. Le repatriaron.

Todos los días llegaba una camioneta con comida, tabaco, leche, dinero...

En Baoba no había vigilantes, ni era necesario pedir permiso para salir. Yo nunca intenté salir.

Las relaciones con los pueblos de al lado (los colonos estaban más o menos agrupados por pueblos de origen) no eran buenas porque nos lo daban todo a su costa.

La tierra era mala, ondulada. Lo más que podías hacer era cacahuete. Para poner la tierra en condiciones pusieron máquinas. Pero no, era tierra salvaje.

Plantamos cacao (maní) y maíz y cuando llegaron las cosechas ya nos cortaron las subvenciones.

El agua no la tenias cuando quisieras.

La vida era trabajar, comer y trabajar. Todos los días. Hasta que nos cansamos.

Diversiones? A la entrada de la colonia había una pulpería (tienda - bar) que tenía algo parecido a un cuarto. Allí nos reuníamos. Había una gramola (pic - up, tocadiscos no eléctrico) y bailábamos los domingos.

El cura venía a casa porque era de Villanueva de Castellón (España), cerca del pueblo de mi marido. Al final, le hicieron un anexo al lado de nuestra casa. (Salvador, el cura joven).

Tiempo después se fueron a Mao (Ciudad de República Dominicana) , solo nosotros y otro matrimonio, donde había mejores condiciones de vida y se cultivaba arroz con cierto éxito.

20/6/09

Notas de conversación con Enrique Fortea, colono

Transcripción de las notas de conversación con Enrique Fortea. Forma parte de las charlas previas a la elaboración del guión. Enrique Fortea viajó con la primera expedición y volvió a España a los pocos años. En el 2006 vivía en su pueblo de origen, junto a la albufera valenciana.
De Silla salimos 35 ó 40 familias, incluyendo cuatro o cinco solteros. Yo trabajaba en la construcción y no tenía ni idea del campo, pero era primo hermano del alcalde y me colé en la lista de emigrantes. Hombre, de hecho fuí el primero saberlo. Poco antes había recibido carta de un hermano diciéndome que me fuera con él a Francia, pero pensé que en Santo Domingo sería mejor el clima. El frío no me gusta nada.
El viaje en barco fue bueno y bonito.
Nos llevaron en camiones hasta Baoba (Nagua / Julia Molina). Esperábamos estar mejor, pero el desencanto al llegar... si se hubiera podido, habríamos vuelto todos a pié.
La colonia eran casetas separadas cada una unos 100 metros. Eran casas de madera con uno o dos cuartos, según fuera la familia... había poca relación con los vecinos porque las casas estaban muy separadas. Aun así, manteníamos algún contacto con los del mismo pueblo de origen.
Todos los días llegaba una camioneta y nos daban lo elemental para vivir. Pero daban lo mismo a los solteros que a los que tenían familia, así que por ahí ya hubo lío.
Vinieron máquinas y arreglaron la selva. Tardaron meses. Y cuando llovía, el agua arrastraba la capa de tierra fértil. Además, se vió que el terreno era ondulado y no se podía regar. También trajeron máquinas sembradoras. Al final sacamos dos cosechas anuales de cacahuete (maní) arroz y maíz.
Como herramienta yo tenía un machete. Y para las mujeres, lo básico de la casa.
Aun así, el descontento aumentó porque lo que nos daban no era lo prometido. Se formó una comisión --yo participé-- para buscar tierras mejores: queríamos terreno llano y con agua, para tener más seguridad en las cosechas. Pero los terrenos buenos ya estaban ocupados.

De Silla (su pueblo, cerca de valencia, España) se quedaron cuatro familias, entre ellos una mujer pariente mía casada con dominicano. Luego vinieron y viven en Silla.

Al regreso, en el pueblo, algunos amigos nos hacían burla: “Què, a fer les amèriques?” (¿qué, a hacerse ricos con facilidad, eh!") y cosas de esas.

Al volver pedimos indemnización. En Noviembre de 1975 se formalizan las reclamaciones.