Los casi cinco mil emigrantes fueron repartidos por toda la isla, desde la frontera con Haití hasta los cenagales del nor-este. Las colonias eran asentamientos improvisados de entre un centenar y casi ochocientos españoles. Las viviendas podían ser de uralita (cemento-asbesto), de madera o de bloques de cemento, y se techaban con uralita o planchas de zinc. En algunos lugares como Payita, San Rafael o Constanza apenas estaban separadas unos metros, dejando espacio para pequeños huertos domésticos entre casa y casa. En otros, como Baoba, cada vivienda estaba a un centenar de metros de la siguiente. El terreno también era muy diverso: cenagales y tierras onduladas junto a Nagua, desértico en Ázua o en Colonia Duvergé, llano y fértil en una parte del Valle de Constanza. A pesar de que, en kilòmetros, las distancias no eran demasiado largas, ir desde cualquiera de las colonias a la Capital suponía una jornada de viaje. (clicar sobre el mapa para agrandarlo)
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