El papá mío se apuntó dos veces (para emigrar a R.D.) y lo borraron dos veces. Hasta que mi padre se hartó y le dijo a un español, que se llamaba el Paco el Casero:
--Mira, si se va la expedición y yo no me voy, me lío a tiros.
--¿Eso es lo que quieres? Pues vamos! El que te está borrando es tu amigo!
El amigo de mi padre era jefe de las Juventudes de Franco. Habló con él y le dice
--No te vayas. Tú eres pobre pero aquí te necesito. Ya saldrás adelante.
Bueno. En el pueblo tiraron una traca para despedirnos. Mi mamá acababa de dar a luz a la última niña. Y subimos al barco. Cuando salíamos del puerto, contento no podía estar nadie porque dejaban su tierra.
Al llegar a Samaná vino a buscarnos una barcaza, dio la vuelta a la costa y desembarcamos en “La entrada”. Nos sacaban a la arena. Ahí nos tiraron como puercos a la guagua
Cuando llegamos, todo era mentira. Cámara (el reclutador de colonos en España) nos vendió como sardinas malas. Dijeron que era tierra de regadío y... nada parecido: era monte. Monte y mosquitos. Había mosquitos que sabían leer y escribir. Vinieron unas viejas españolas que se les infectaron las piernas. Esos se fueron pronto. Yo era pequeño, pero me daba perfecta cuenta de que todo era mentira.
Cuando llegamos aquí los hombres tenían dos mujeres, y los niños les besaban la mano a los mayores
En La Boca había muchos dominicanos. Hasta una tiendecita. Pero la mayoría de los dominicanos vivían junto a la costa, porque hay menos mosquitos y se está mejor.
Un amigo de mi padre, para poder comer picó un trozo de tierra, hizo el semillero con unas semillas de tomate que trajo de España en una botella tapada con un tapón de corcho y eso fue lo primero que hizo.
El maní, muchas veces lo sembrabas y había que esperar, a ver si llovía. Porque no había regadío.
¿Si la gente estaba enfadada? Me cague’n la mare que els ha parit! (expresión valenciana de enojo) Ahí se volvían unos diablos. Bravos. Pero no hacían nada porque lo que tenían que haberles dicho (a los directores de colonia) es “Ven, que te arreglamos”
Todos los españoles protestaron porque no había nada. A alguno lo llevaban (detenido) de noche. Venían los cepillos (coches de la policía política trujillista) y se los llevaban con los pies colgando. Y luego los mandaban para España. De madrugada venían a por él y la mujer se quedaba llorando. Había un XX español que era uno de los chivatos. Mi papá le dijo un día: “Tu eres el chivato: y por tu culpa se llevaron a tal y tal”. Ese oía todas las conversaciones de los españoles... si, se llevaron a dos o tres. También había un colono que era chivato.
Nos dieron unas casas, escampadas, que parecían cuarteles. Dentro hacía un calor que parecía una panadería. Se comentaba que Trujillo no mandó hacer las casas así y que mató al que las hizo.
No nos dieron herramientas. Si que nos dieron un mulo sin amansar. Trujillo le decía a cualquier millonario:
--regalen 50 ó 100 mulos.
Y vinieron animales buenos, pero se los quedaba alguien por el camino y los malos se los daban a los españoles.
Una vez, los españoles de Vista Linda hicieron un bote para irse, porque les tiraron a unas arenas donde había unos pájaros que toda la cosecha se la comían, y no veían futuro. Pero al final no pudieron escapar. Les agarraron.
También había gente que estaba conforme, porque les daban como 60 pesos al mes. Primero les daban comida que ellos no conocían y dijeron que mejor se lo dieran en dinero y cada cual se compraba lo suyo
Para darnos las tierras sacaron a los que había aquí. Algunos se fueron huyendo, porque si no los ahorcaban. La mayoría se fueron huyendo.
Estuvimos cuatro o cinco meses esperando la tierra porque estaban los bulldozers trabajando, desbrozando selva, porque había “malla”. De noche se oía el ruido de las máquinas. Luego fueron apilando la madera y entonces entraron los tractores. Y había piedras. Las partían y las mezclaban con la tierra. Pero barrieron la flor de la tierra.
¿Mi padre? Mi padre estaba contento. Todo el día de fiesta. También había una vellonera que trajo Francisco Vélez, dominicano, alcalde de Baoba, y que estaba frente a la iglesia. Ahí iban todos los españoles solteros. Le ponías 5 centavos y tocaba el disco que tu querías. Peleas, allí, no había.
Cuando se normalizó, hacíamos yuca, tomate, habichuela, maní... Con un rastrillo de boniato mi padre aró la tierra. Y con el mismo pié hacía las calles. Y le salían derechitas. La primera cosecha de maní fue buena, unos 200 sacos, y ya nos quitaron el subsidio. Algunos estuvieron cobrándolo 3,4,5 años, porque no trabajaban.
La cosecha de maní se la vendíamos a “La Manisera” que era... ¿del Gobierno? Era Trujillo el que tenía... tenía una parte de todo. Mi padre le compró la cultivadora a La Manisera.
Yo iba con un caballo con cuatro aguaderas, a vender agua a los españoles
En el 59 estuvieron en mi casa los legionarios (mercenarios españoles que trujillo contrató para luchar contra los guerrilleros). Se lo comían todo. Eran brutos, ordinarios... Vinieron porque dos o tres cubanos se metieron por la zona.
El año 60, la mariposa se comió el maní (quiere decir que se pudrió en los almacenes). Lo tuvieron que dar a dos pesos cuando valía 8 el quintal. En mi casa no vendieron y estuvimos 6 – 7 meses con el maní, que se lo comía un gusanito de la tela.
Aquí hubo españoles que pasaron mucho trabajo. Por aquí era arroz y no tenía canal. El canal lo hicieron ellos con una yunta de buey. (El canal esta saliendo de Payita hacia Nagua, a 500 mts, junto a la antena)
El 61 ya quedábamos pocos. Vinieron las turbas. Iban casa por casa con los colines (machetes). A mi casa no vinieron, porque yo cargaba un colín largo. Robaron los mulos, mocharon los alambres... Ahí se fueron algunos españoles más, pero ya quedábamos pocos.
A mi me robaron 28 animales. La juventud mía, la robaron. Allí había de todo: militares, el diablo, su papá...
El 62 hubo carta blanca. Ahí si tuvieron que irse muchos. Ahí fue lo grande. Vino Bosch a Baoba yo no fui, porque estaba trabajando con el maní, pero me lo contaron: que a los españoles había que quitarles la tierra para que se fueran. Pero el maní ya no se daba. Estaba la tierra agotada. Ahora parece un monte pero esto estaba desolado. No dejaron nada. Vinieron dos o tres (funcionarios?) y les dijeron que les indemnizaban por las tierras. Muchos españoles se fueron para la Embajada, a refugiarse, pero era un desastre. Mi mamá se fue con dos hermanas. Y aquí solo nos quedamos tres o cuatro. En San Rafael, se quedaron más: unas 15 familias.