Me apunté a la expedición y me dice un teniente de policía amigo “!Tú a donde vas! ¿A que os casen allá con negritas?” Y hacía lo posible por borrarme de la lista de aspirantes. Bueno, al final conseguí que volvieran a apuntarme y me vine.
Cuando ves que el barco se aleja de la costa dices “ya está, ya no hay vuelta atrás”. A mi me causó mucha tristeza. Nunca me pude adaptar bien.
En Tenerife vimos embarcar a los canarios, muy jóvenes. A los 2 – 3 días ya empieza el barco a fallar. Dicen que le habían puesto agua salada a la caldera. El barco escoraba. Le dice uno “Tu ves, los últimos esclavos para América”. Pasamos el viaje comiendo mal. Los médicos decían “han de acostumbrarse a comer poco.
Entre Puerto Rico y Salto Domingo, los motores dejaron de funcionar, y el barco quedó escorado en mitad del mar. Ya faltaba el agua para nosotros, para beber cuando, un domingo, nos descubrieron los aviones americanos (Trujillo no quería que se supiera lo que estaba pasando) y vino un barco a traernos agua. Fue un desastre. Al final vino una corbeta dominicana a remolcarnos.
Desembarcamos en Santo Domingo, nos hicieron misa en la catedral y el Arzobispo decía “América es como un rosal: bonito, pero con espinas” . Yo me dije “pero a donde venimos!”. Luego nos llevaron a un colegio, el del Padre Masip, y otra charla. Subimos a las guaguas y nos dicen: comeréis en el primer pueblo. Pasa el primer pueblo, el segundo.. .nada. Pasamos por Bonao y antes de llegar a Jarabacoa los importantes paran a comer en el Hotel Montaña y nosotros... a la sombra, fuera, nos sentamos en el suelo y nos dan comida local. Nosotros decíamos “¿Pero esto se come?”
Cuando llegamos, esperábamos que en las casas, al menos, hubiera water. Las casas eran de uralita (asbesto cemento), que para la salud es criminal.
Una vez instalados mirábamos por ahí. Alguno hacía amistad con algún criollo... yo no me moví mucho fuera.
No nos daban las tierras. Nunca nos dieron la tierra que nos prometieron. Empezamos a alquilar alguna tierra pero de junio a noviembre solo estuvo dos días sin llover. El agua lo arrasaba todo. Sembramos habichuelas y se morían... fue de desesperación. Éramos jóvenes, con orgullo y ganas de triunfar... y no podíamos hacer nada. Luego nos metimos en ciénagas a hacer canales. Ibamos a picar a 15 centavos el metro cúbico. Con ese dinero, algunos pudimos comprar semilla.
Tuve un poquito de suerte. Planté patata y vendí bien la cosecha.
También, nos dimos cuenta que la cabeza de vaca, el rabo y las patas las tiraban. Así que comíamos todos los días caldo hecho con cabeza, rabo y patas.
Después de la muerte de Trujillo es cuando más hemos padecido. Las siembras nos las chapeaba gente combinada con la policía. El pueblo estaba en contra nuestra, porque lo que teníamos nos lo había dado Trujillo y nos proponían que entregáramos la mitad de las tierras. Al final lo perdimos todo. Nunca tuvimos miedo, pero hemos pasado muchos disgustos. Al final, por convenio con la Embajada Española, nos indemnizaron con 2.100 pesos. A todos igual con independencia de cuanta tierra tuviera cada uno.
En 1961 quedábamos (¿En Constanza?) unos 250 emigrantes. Alguno montó un comercio, per la mayoría se fue.
Guerrilla de 1959: no ví guerrilleros, pero si mercenarios españoles. Yo venía de mi parcela. Se estaba poniendo el sol. Era domingo. Entonces salen todos esos guardias por la parte este y pasan por mi parcela. (Eran españoles que mandó Franco y que ya habían luchado con la legión francesa en Indochina).
Los guerrilleros traían dinero y compraban comida. Daban 1.000 pesos por guerrillero denunciado. Muchas mujeres les llevaban al bohío y allí les entretenían hasta que llegaban los soldados. Solo quedaron dos: Ochoa, el jefe de la expedición, y un hijo suyo. Aquello duró un mes justo. Ellos estaban en la loma pero nosotros seguíamos trabajando allí. A veces pasaba un oficial y decía “!!Ese español que hace aquí, sembrando papas con tiros por medio!”
Pero la verdad es que ya desde aquel tiempo, desde 1959, estábamos algo desconcertados “¿Qué sería del País? ¿Y de nosotros sin Trujillo? ¿Y la familia? ¿Qué íbamos a hacer en la capital con 15 pesos semanales?”. Aprendimos a ser precavidos... Hemos pasado muchos trabajos. Y, por miedo al futuro mas que por ganas de triunfar, vivíamos trabajando domingos, fiestas... sin parar. Fuimos unos esclavos.
Solo íbamos al bar por la noche y vivíamos muy unidos... hasta que vino la desintegración.
El bloqueo de la OEA nos afectó poco: insecticidas casi no se usaban y Trujillo subsidiaba el petróleo para agricultura.
En 1965, cuando vinieron los americanos (invasión de 20.000 marines) nos fue muy bien, porque nos compraban toda la comida y teníamos movimiento económico.
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